Comentario
Adolf Hitler había ordenado, al ver la opción que se le ofrecía: "Ese absceso de Anzio debe eliminarse sin piedad". En la cabeza de puente, los aliados seguían convertidos en topos y más que nadie, un paralizado Lucas, enterrado física y mentalmente con sus oficiales en los refugios de Nettuno.Ante un desconsolador comentario frente al almirante Andrew Cunningham, recibió la fría respuesta de éste. "Si piensa así todos los días, más le valdría dimitir ahora mismo".Cuando el más activo de los jefes ingleses, Penney, recababa informes sobre la situación y las posibilidades de ruptura, de la pesada atmósfera del cuartel general del 6.° Cuerpo le llegaban respuestas como ésta: "Haga lo que quiera. Nosotros sabemos tanto como usted".Penney volvía entonces a la superficie para encontrarse con que uno de sus regimientos preferidos, el Royal Berkshire, defensor de la Fossa di Carrocetto junto con el animoso 504 Regimiento aerotransportado americano, le pasaba un estadillo con 39 nombres. Era todo lo que quedaba con vida.Uno tras otro, la elite de los mejores cuadros ingleses, los Scots Guards, Kings Shropshire y el London Irish, fueron lanzados al tumulto y devueltos hechos jirones. Los alemanes pusieron todo su empeño en convertir la cabeza de Anzio en una calavera.Dos regimientos acorazados, el 1027.° y el 1028.° Panzergrenadier, junto con la Panzer Lehr, una unidad de reclutamiento compuesta por nazis convencidos, lanzaron sucesivos ataques contra la zona defendida por la 45 División americana de Eagles, sobre el sangriento Fosso della Moletta cayó el fuego de 452 cañones que demolió las defensas británicas.Frente a Carrocetto, los americanos de la 3.ª División, aunque reducidos al mínimo, lograron contener la avalancha. Los cañones disparaban a cero, en primera línea junto a los infantes. En un torbellino de carros, antitanques y soldados destrozándose entre sí y a quemarropa, los fanáticos de la División Lher terminaron por ceder la presa.Toda la aviación aliada que volaba sobre Cassino se desplazó desesperadamente sobre Anzio. A la vez, y ante una situación próxima a la catástrofe, Alexander conminó a Clark para que "hiciese algo con el mando subterráneo de Lucas".Los ingleses no tenían ninguna confianza en aquel hombre. Por encima de la gravedad del momento, Clark replicó que sus comandantes de División confiaban aún menos en el británico Penney.En medio de una gran tensión, Clark terminó por destituir a Lucas, "aunque sin pretender ofenderle, naturalmente". Truscott, el correoso jefe de la 3.ª División, fue elegido para "hacerse cargo del paquete".Por la noche, los alemanes insistieron de nuevo, amparados por un ataque en cuña de 60 carros, delante de la 75.ª División de Infantería. Los americanos efectuaron un nuevo repliegue a plena luz del día, bajo el acoso esta vez de 35 bombarderos JU-88 y HE-111 de la Luftwaffe.Las pérdidas fueron enormes. Los hombres de Mackensen habían abierto una brecha de 3 kilómetros de anchura por 1, 5 kilómetros de profundidad.Toda la aviación de Italia se concentró virtualmente en Anzio. O el arma aérea contenía a los alemanes en la zona de Campo Leone y Carroceto o los aliados serían arrojados al mar.Fue uno de los bombarderos más intensos de toda la guerra. Haciendo a su vez un desprecio absoluto de vidas, las filas germanas pasaron decididamente al ataque.El impresionante forcejeo de las dos grandes masas de combatientes prosiguió durante todo el día 18 y la mañana del 19, en que los hombres del Royal Fusiliers, la última reserva aliada, quedó aniquilada.La artillería americana, de espaldas al agua, lanzó un angustioso fuego de barrera con todas las piezas disparando a discreción y sin preocuparse de la cadencia de tiro, sobre el terreno conocido como La Pasarela, mientras cocineros, oficinistas y hasta los heridos menos graves empuñaban sus armas y formaban una endeble línea de resistencia.Entonces sucedió lo inesperado: los alemanes se replegaron rápidamente en pequeños grupos hacia Carroceto, envuelto en humo y llamas. Unos y otros habían llegado más allá de sus fuerzas, quedándose en un punto muerto. Y esto al menos era cierto, el terreno estaba cubierto por cientos de cuerpos inidentificables.Luego de un último intento el 29 de febrero los alemanes desistieron finalmente (10). Churchill escribiría después: "En lugar de echar un gato salvaje a las playas de Anzio, todo lo que se había conseguido era hacer que acabara así una ballena varada".